El alma de la paleta

Llegó a casa en una vaciada desesperada de la casa materna de mi mujer, una vetusta casa de la calle Sagrario. Vetusta y además bonita, toda bellamente decorada con azulejería de finales del siglo XIX y principios del XX. Vetusta y además bonita, pero más aún con pocas o ningunas condiciones de habitabilidad y mal asunto el de una rehabilitación. Total que entre unas cosas y otras la casa vetusta y bonita ya no existe y en su lugar se está ya en acabados de un par de viviendas modernas y cómodas.

De aquella casa (la materna por parte de cónyuge) han quedado además de recuerdos, de humedades y de fríos, algunas cosas de las que se tocan y se pueden mover de un sitio a otro (de ahí lo de bienes muebles supongo). Entre alguno de esos bienes muebles, llegó a casa dentro de una bolsita de El Corte Inglés el artefacto que ahora nos ocupa junto a alguna otra cosa que ahora ya no recuerdo.

La bolsita y su contenido anduvo de un sitio para otro de la galería (parte del balcón que da a la cocina y al patio de luces y que con el tiempo y acristalado devino invernadero de plantas, artículos de limpieza y de objetos de otro tiempo (como es el del caso que nos ocupa). La bolsita desapareció (supongo que dándole un uso más preciso) y del contenido sólo quedó este cachivache debajo de la pila de lavar. Sitio en el que sigue estando ahí y que viéndolo día tras día mientras sentado en el taburete de enfrente fumo en pipa (que dentro de casa la familia no deja que lo haga) ahora me sugieren estas notas que como todo lo que escribo, surge apresuradamente y que tal cual lo escribo.

A la vista de la cosa uno no sabe exactamente qué es e incluso aún le queda a uno pendiente averiguar en realidad qué es, de dónde vino, para qué se hizo, con qué materiales. Pero puestos a darle vueltas al asunto y por los restos de ceniza que tiene en la parte que semeja cuchara plana, uno ve enseguida que acarició con frecuencia y durante bastante tiempo el fuego y los materiales combustibles.

¡Una paleta para remover el fuego (brasas) del brasero!. Mi mujer no tenía ni idea de para qué servía dado que jamás lo había visto en funcionamiento ni nadie que lo manejara y más aún (esto me queda también por averiguar) jamás había tenido en casa brasero para los largos y húmedos inviernos. ¡Una paleta para remover el fuego (brasas) del brasero!. Pues será eso (contestó) y quedó en preguntar a su madre, una octogenaria señora que vivió toda su vida en la misma casa (la vetusta y bonita) y que dada sus buenas condiciones mentales seguro que podrá aclarar el asunto.

Mientras la respuesta llega uno se abalanza memoria abajo entre recuerdos que pasan fugaces y que apenas sabía que aún andaban por ahí. La primera curva en la que derrapó mi memoria la primera vez que vi el objeto (Una paleta para remover el fuego (brasas) del brasero), me vino a la memoria una vieja y ya en desuso paleta de esas de freír, dar la vuelta a las tortillas a la francesa y a los rebozados en general que mis abuelos, luego mi madre y luego yo mismo hacíamos servir para remover los rescoldos de las brasas del brasero (conca en valenciano y que en mi pueblo y en boca de mis antepasados sonaba a “copa” no se si por semejanza con una copa de cava de las del pecho de María Antonieta o porque dada la falta de escolarización en valenciano que sufrió este país (y sigue sufriendo aún) mis abuelos y padres pronunciaban mal la palabra “conca” y la hacía sonar como “copa”. Sea cual fuere el nombre verdadero y bien escrito, lo cierto es que aquel plato enorme de oxidada lata nos calentó durante muchos inviernos, previamente situado debajo de las faldas de la mesacamilla, curiosa mesa circular de listones de pino (después de contrachapado) que tenía en la parte inferior y cogida a las cuatro patas una pieza con un agujero circular para depositar dentro de él, sin que tuviera contacto con el suelo a la conca. De vez en cuando mi abuelo, luego mi madre y luego yo, con la vieja paleta de freír en desuso removíamos el contenido de la conca y las diminutas brasas –alguna chisporroteando si el fuego todavía estaba muy vivo, pasaban del fondo del fondo del recipiente a la parte superior del montoncito de cenizas, las que con el contacto del aire (supongo que por combustir oxígeno) se avivaban con fuerza y de repente el calor subía de forma notoria por nuestras piernas... por nuestras manos, astutamente colocadas entre las piernas para atrapar aún más calor.

Viendo el artilugio de debajo del fregadero, metálico (supongo que de bronce) y con restos aún de cenizas adheridas a su parte plana, esa fue la primera imagen que me vino a la mente ¡Una paleta para remover el fuego (brasas) del brasero!. Y siempre que recalo en esta imagen, atracón de recuerdos fugaces, veloces, como siempre cuesta abajo sin poder detenerlos mientras dura encendida la pipa. Recuerdo los montones de “espigons”, (centro de las mazorcas de maíz) debidamente secados en la “pallisa” de casa para ayudar al inicio de la combustión de la “molinà” (trocitos de carbón vegetal diminutos) que mi madre nos enviaba a comprar a casa el “petrolier”. Recuerdo el entramado de alambre protector para que no se desmontara el cumulito de “espigons” ya dispuesto dentro de la conca, recuerdo aventar el fuego para ayudar a la expansión del mismo entre los carboncillos, el humo... Más adelante mi madre inventará una forma más rápida y sin necesidad de usar “espigons” que en casa ya no teníamos... pero eso ya es otra historia. Y recuerdo las noches estudiando al calor de la conca y de Pope que sin hablar, aprendió las declinaciones de latín casi más rápido que yo. Y un agujero en un pantalón largo nuevísimo que nos hizo el sastre de la calle... Pero eso ya son eso mismo, otras historias y que tendrán que esperar otro momento.

¡Una paleta para remover el fuego (brasas) del brasero!. Le apunto a mi mujer que también podría ser una paleta para remover el fuego de “la cuïna econòmica”, aquella que funcionaba con carbón o trozos de madera y que era una versión más moderna de la tradicional “llar” o chimenea/cocina; pero en versión más reducida, de hierro colado y bastante más a la altura de las personas que cocinaban sin necesidad de agacharse o esforzarse colgando cazuelas de cadenas, tirantes o hierros. Un gran invento este de la “cuïna econòmica” el que le apunto a mi mujer. Pero ello no recuerda haber visto usar en casa este artefacto, ni la cuïna econòmica y yo tampoco.

Sin duda, nos hace mucha falta preguntar (y cada vez con mayor urgencia por lo del tiempo irremediable) a mi suegra... esa señora octogenaria que vivió toda su vida en la casa (vetusta y bonita) de la Calle Sagrario y averiguar si es paleta de “conca” o de cuïna econòmica”. Su memoria no es de un altísimo valor. En ella (su memoria) y en lo que nos cuente nos dejará ver su alma, el alma de la paleta... que también las paletas tienen alma.

1 comentario:

dafne dijo...

Yo tampoco he visto nunca una cocina económica , en casa de mi abuela era el foguer de hierro colado,que recuerdo perfectamente en combustión y a mi ella, allí inclinada sobre él,levantando la tapa de la cacerola de porcelana roja y probando la comida.
Puestos a imaginar creo que esa enorme paleta movía un brasero ,el de una mesa camilla,con un mantel de color rojo cuyos faldones acaricían las piernas de una família en una fría noche de invierno,de las de antes,sin tele,solo con la comapañía de la radio o de algún familiar o vecino dispuesto a compartir una velada...Puestos a imaginar ,imagino el alma de esa paleta compartiendo los sabores,los olores,los sueños ,las alegrías y también las preocupaciones de todos ellos.

Puestos a imaginar,la veo en las manos de esa señora ya octogenaría ,nunca en manos infantiles,es peligroso,quema, a buen seguro que diría ella.

El alma de esa paleta contiene pequeños fragmentes del alma de aquellos que la tuvieron