Mi ruta de Don Quijote, 5ª etapa y última

Tomelloso - Campo de Criptana
Viernes, 19 de octubre de 2012. 50 km. tal vez? 60? a saber...

Esta noche también he descansado bien, la habitación en el Hostal Imperio de Tomelloso era realmente sencilla, pero tranquila. Tardé en dormirme es cierto, pero en cuanto me puse a ello cundió, tanto que no tuve mucha pereza de responder al despertador con diligencia.

Llovía ya en Tomelloso a las siete treinta de la mañana, no es que diluviara, pero sí lo suficiente para que el último día de la etapa no fuera del todo lucido... al final, debo reconocer que rodar bajo la lluvia tampoco es ni tan malo ni ninguna barbaridad, hacerlo, en cambio con dolor de rodillas si lo es, malísimo y una insensatez.

Me visto pronto y recojo las cosas y salgo a desayunar. Estreno bajo lluvia de verdad la chaqueta goretex que me compré en Madrid aprovechando la fiesta final de La Espiral. Café con leche y croissant de ayer a la plancha. Acabo, fumo un poquito en el portal de la cafetería, justo en la esquina del hostal. Hay bastante tráfico por la avenida a esas horas, voy dudando se salir o matar el tiempo. Pasa una chica subida en su bici, parece que no se ha enterado de que está lloviendo, o por lo menos parece que no le importa en absoluto, ni chubasquero ni poncho ni pantalón de lluvia ni na... y mucho menos casco. Si a ella no le importa, cómo me va a importar a mi después de unos cuantos kilómetros rodados por tierras manchegas esta semana.

Vuelvo al hostal, preparo la bici, me llama abrego, se interesa por mi estado, por mi ruta, por mis rodillas. En ese momento todavía no he empezado a rodar, y aparentemente no me molestan las rodillas. Caso de no llover mucho después igual abrego sale a rodar un rato conmigo. Mi dirección de momento es Pedro Muñoz, quedamos en llamarnos o encontrarnos si eso por allí.

Salgo de Tomelloso. Es una ciudad grande de largas distancias pero no me cuesta nada encontrar la salida. La lluvia que es apenas una llovizna ya no me molesta en absoluto, las rodillas, aparentemente tampoco. Nada más salir de la ciudad por por la CM-3103 paso por el Santuario de Nuestra Señora de las Viñas, Patrona de Tomelloso. Me llama la atención una curiosa decoración que hay en él a lo largo del camino del Santuario. Decoración que inicialmente se me antoja bastante fea, pero a la vez original y pertinente, pues se trata de dos hileras, una a cada parte del camino de las típicas tinajas cilíndricas (no se qué nombre recibirán de verdad) que tanto abundan por esta zona manchega para almacenar agua. Están pintadas de blanco y en cada una de ellas está pintada la publicidad de una firma comercial.

llego hasta la puerta del Santuario una ermita no muy grande, las puertas están cerradas aunque por los cristales se puede ver un poco el altar. En ese momento, arrecia un poco más la lluvia y me refugio en el alero de lo que debe ser un bar de verano o fin de semana. No hay nadie en la zona a excepción de unos operarios que están (intuyo) refugiados de la lluvia también, en un edificio de la parte de enfrente. Enciendo la pipa pero pronto me pongo nervioso por estar allí perdiendo el tiempo, siendo así que lo de la lluvia igual va para largo. Retomo enseguida el camino.

La carretera debo reconocer que es deliciosa. Está tranquila, el pavimento y el arcén me permiten circular con tranquilidad, los pocos coches y camiones que pasan lo hacen con bastante velocidad pero todos ellos toman la precaución de dejar entre ellos y yo una buena distancia de seguridad. Me gusta como huele la tierra, como se intensifican los contrastes de colores con la humedad de la tierra. Hay pocos por no decir ningún sitio a uno y otro lado de la carretera que permita refugio en caso de jarrear, pero tampoco me importa mucho, eso es una constante desde que emprendí este viaje, apenas hay construcciones en los lindes de las carreteras, es posible que la razón esté en que la mayoría son carreteras bastante nuevas.

Diviso a lo lejos la silueta de un gran árbol justo al borde de la carretera, cuando ya lo tengo cerca compruebo que es también una gran encina, tal vez no sea tan grande como aquella de cuando le envié el wasapp a Jofe, pero bien hermosa y solitaria si que es. Me paro cerca, le hago una foto, unas caladas a la pipa y sigo. La carretera, recta pero muy recta como casi todas estas, me lleva a Pedro Muñoz, ciudad a la que quiero llegar más por no se qué, que el valor dentro de la ruta del Quijote pudiera tener. No es una ciudad que me llame la atención pero sí que me servirá para tomar algo y permitirme un descansito que ya me está haciendo falta, especialmente por las rodillas (la derecha sobre todo) que me está escociendo ya bastante.

Busco el centro y en la plaza donde esta el Ayuntamiento también veo un bar que tiene buena pinta. Está contiguo al Centro Cívico. Por tres euros me tomo una señora cerveza, dos tapas y un cortado con leche natural. No turisteo mucho por la ciudad, apenas foto en la plaza y sigo tras tomar la decisión del día. No ir hasta el Toboso.

Me había hecho ciertas ilusiones de acercarme hasta El Toboso, más por rendir homenaje a mi Dulcinea que por otra cosa. Francamente lamento no haberme acercado, pero el escozor y la molestia en aumento de las rodillas me disuadieron del asunto, hubiera sido una temeridad hacerlo. Así que nada más salir de Pedro Muñoz enfilo la Nacional, la N-420. Esta si tiene más tráfico, llueve y es como las demás, recta para aburrir. En estas me llama el compañero abrego, el no saldrá a rodar conmigo en bici (no le culpo, menudo día), pero si me propone que me quede esa noche en su casa y podremos visitar por la tarde los molinos de viento y su entorno en Campo de Criptana. El día de lluvia, mis rodillas y mi interés por visitar la ciudad me hacen no oponerme a la propuesta de abrego que acepto de buen grado.

No parará de llover (aunque con poca intensidad ya) durante casi todo lo que queda de día y la siguiente noche y su mañana. Llego pasadas las tres de la tarde a Campo de Criptana, tierra de molinos de viento, me adentro en la ciudad, buscando naturalmente su centro para, como hago siempre que puedo tomarme un cortadito con leche natural as la vera de la Nana. Llueve, me gusta este pueblo, desde luego no es pequeño ni tampoco llano. Una vez resuelto lo del cortadito llamo al compañero que no tarda en acudir (por cierto en bici), otro cortadito, él una infusión y salimos hacia su casa montados en las bicis mientras ya por el camino me va contando cosas de la ciudad y de sus edificios.

Una vez instalado y cambiado salimos a turistear. Suerte la mía que tropecé con los anfitriones más adecuados, tanto Abrego como su señora (a la que aprovecho para agradecer su hospitalidad), tenían contactos con el personal de turismo y tuvimos una especial visita guiada por los molinos y las cuevas de Campo de Criptana. Un repasito a una exposición sobre la Batalla de las Navas de Tolosa en el bonito edificio del Pósito Municipal acompañados por Dimas (buen amigo y compañero de Abrego), visita y explicación de las armas de avancarga que Dimas colecciona y a cenar a casa, no sin antes probar unos sabrosos rollitos dulces que hizo la suegra de Abrego con motivo de su cumpleaños (el de ella claro. Muchísimas felicidades de nuevo) y una sabrosa mistela.

La noche es tranquila, de llovizna persistente pero descanso (creo que es la noche que más y mejor duermo)
Madrugamos algo pero no gran cosa, café en casa y tras despedirnos de la anfitriona, Abrego me lleva en coche hasta la estación de tren de Alcázar de San Juan. Compro el billete de vuelta, espero en el andén, donde por cierto hace bastante rasca. Pasó más de una hora de espera solo pero de repente viene un tren procedente de donde no recuerdo, desembarca montonazo de gente con maletones y el andén donde esta previsto que llegue el tren hacia Valencia y Barcelona Sants se llena. Llega con algo de retraso pero ningún problema cabemos todo y en especial cabe la Nana (mi gran preocupación).

El viaje de vuelta es rápido y tranquilo. Las nubes se ha ido disipando y ya, a la llegada a Valencia el sol reina como no podía ser de otra manera... tal vez un signo de esperanza en otro viaje...

No puedo decir que en algún momento del viaje me he sentido Don Quijote, ni siquiera Sancho, tampoco insisto en decir que haya seguido sus huellas ni la ruta literaria que propiciara Cervantes. Pero sí puedo decir que en todo momento, la memoria de mi viejo profesor Don Manuel (El Maiques) enamorado del Quijote a rabiar, estuvo presente en cada jornada, lo mismo que la gente del foro de Rodadas, a quien tanto y tan bueno debo.

Las fotos de la jornada. 


Mi ruta de Don Quijote 4ª Etapa


Villanueva de los Infantes – Tomelloso

Jueves 18 de octubre de 2012 – 80,87 kilómetros.

Al amanecer de este día, yo no daba un duro por la jornada. Parecía que lloviznaba y en especial cuando di las dos primeras pedaladas las rodillas ya me hicieron ver que los excesos se pagan y que el asunto este de ahora tenía un precio alto, las rodillas se han quejado.

Pero antes, incluso antes de saber que lloviznaba, el despertador ha sonado una y otra vez sin que yo hiciera nada óptimo para remediarlo excepto dejarlo sonar. Anoche tampoco dormí mucho, la camita de la casa rural Hermano Galo era una birria, que pena que no cuiden este detalle tan importante, al menos para la gente que llega a estos sitios para descansar.

Recojo la colada que hice anoche, preparo las cosas y abandono la casa. Me adentro en la ciudad que anoche no pude apreciar. Sin duda vale la pena callejear por esta ciudad de Villanueva de los Infantes, rincones, edificios, su plaza, su calle comercial entoldada, sin duda merece una visita mucho más detallada.

Desayuno en una cafetería que hace esquina debajo de los porches de la plaza, café con leche y un pedazo bizcocho de chocolate enorme, total 2,20 genial. Compro algo para comer y fruta en un pequeño supermercado de allí mismo nada más entrar en la calle entoldada y salgo.

Las rodillas me duelen horrores, cada pedalada es un pinchazo cada vez más molesto. Definitivamente hoy no me meto por ningún camino, desisto de seguir el trac y como no me quiero perder de ninguna manera las Lagunas de Ruidera, decido atajar yendo por carretera por Carrizosa. Me cuesta mucho avanzar a pesar de no haber grandes desniveles ni de que hoy no haya hecho acto de presencia el viento.

Nada más llego a Carrizosa paso por la farmacia, compro Voltaren y Nolotil (ale a lo bruto, pero es lo que hay). Allí mismo busco un bar y me tomo tras el cortadito con leche natural las primeras dosis y sigo hasta enlazar con la nacional que me llevará hasta las lagunas. Una nacional muy nueva, estupendamente pavimentada sin nada nada de tráfico, sin gran desnivel pero con un arcén, que pese a ser amplísimo y limpio está fatal para rodar, las ruedas rozan mucho con las piedritas sin alquitrán. ¿Por qué complicarán tanto las cosas los señores ingenieros?

Ruedo con una cadencia muy flojita, sin apretar pero a buen ritmo y llego con facilidad a las lagunas y qué casualidad nada más me topo con ellas, lo hago en el mismo bar y lugar exacto que pasé con Voro para ir a la quedada de Jaén y que ya paramos allí a tomar el cortadito. Esta coincidencia me ha hecho alegrarme profundamente y más aún cuando recuerdo que estuve hablando ayer mismo con él. Qué gran tipo este Voro.

Me tomo el cortadito con leche natural en la terraza, está nublado pero hace bueno, el agua está tranquila, sólo le dan vidilla los muchos patos que hay en la misma orilla y unos críos que están recibiendo sus primeras lecciones de remo.

Como no he venido por Ossa de Montiel, remonto unos kilómetros las lagunas por la preciosa carretera, le hago algunas fotos a las lagunas, pero estas lagunas no son de foto, son para disfrutarlas con la mera contemplación al natural. Estando allí me llama Leonardo (del foro de Rodadas), otro gran tipo con el que ya tengo ganas de volver a coincidir y con su sobrino Oscar también… que buenos recuerdos de la Quedada de la Paella…

Retomo la marcha desandando estos kilómetros. Ruidera no me atrae mucho y paso casi sin fijarme. Desde el mismo pueblo, la carretera que va a Argamasilla de Alba empieza a subir sin gran desnivel pero persistentemente, tengo que parar muchas veces porque las rodillas me molestan mucho y no quiero acabar de sobrecargarlas. Me cuesta pero llego hasta el pantano de Peñarroya, con su castillo y con su ermita de la Virgen y su ermitaño que me vende una lata fresquísima de cerveza que regará el pan y el chorizo que me zampo para comer en una zona de merendero que hay enfrente mismo del castillo. Reina una paz y un silencio que da gozo, da pena irse pero ya es tarde, son casi las cinco de la tarde.

Llego a Argamasilla de Alba, la ciudad me decepciona, callejeo, hago una dos o tres fotos rápidas y parto hacia Tomelloso… una ciudad grandota, tal vez demasiado grande, entro por una parte (la del track) fea fea… busco alojamiento. Hostal Imperio en la calle Orense (20 euros) buena calidad por ese precio. Todo muy tranquilo y como que tienen wifi, aprovecho, escribo todo esto y lo cuelgo en mi blog.

Las fotos de la jornada.

Mi ruta de Don Quijote 3ª Etapa


Almagro – Villanueva de los Infantes, unos 87 kilómetros.

Esta mañana he remoloneado muy pero que mucho en la cama. Me dormí a pesar del mucho confort del “Retiro del Maestre” muy tarde y claro, la alarma del móvil a las 07:00 AM no era ni de lejos una buena consigna. Una y otra vez le doy a la tecla de posponer hasta que a las 8:14 decido que ya está bien, que no he venido a dormir sino a rodar y que por la hora que es la cosa ya val de programa.

Me levanto y voy a la planta ático donde dicen que sirven el desayuno, no hay muchos clientes en el hotel (cosa de la crisis, ser queja el personal del establecimiento). Desayuno copiosamente en contra de lo que es habitual en mí en cualquier mañana de diario. Preparo las cosas y salgo, son ya más de las nueve de la mañana.

Desando parte del camino que hice ayer hasta llegar a Bolaños de Calatrava, en el camino, apenas tres kilómetros huele a cebolla, pero que mucho, se ve que hay varios almacenes a lo grande de este producto hortofrutícola.  Llego a Bolaños, el track me lleva a cruzarlo de una punta a la otra, cosa que me viene bien porque quiero pasar por el centro, ver que tal es y de paso, naturalmente seguir el ritual diario (eso sí) de tomar mi cortadito con leche natural.

Lo hago en un bar en la esquina de la plaza donde está el Ayuntamiento y enfrente una iglesia grandota con los muros de piedra vista y en lo alto de la fachada un pequeño cubo de ladrillo macizo de color amarillo que hace las veces de campanario y en el que sobre su tejado una pareja de cigüeñas tiene su nido, grandote todo él y en el que veo uno de los dos miembros de la pareja. Un camión de reparto me tapa la visual de la fachada de la iglesia para hacer la foto desde mi mesa de la terraza del bar, pero no me importa mucho, se lo disculpo totalmente porque es amigo, vaya tan amigo como que es el camión de reparto de la cerveza Mahou y de la Coca-cola.

Sigo ruta, salgo de Bolaños, tomo la carretera que me lleva a Manzanares la CM 4124. Se rueda cómodo por ella, está primorosamente pavimentada, con buen arcén y relativamente poco tráfico (aunque veloz) veo un coche de la Guardia Civil de Tráfico apostado estratégicamente para sacar instantáneas a los conductores, me da que trabajo no les va a faltar. Hace un sol espléndido, pero hace acto de presencia el vientecillo molestón que no me va a abandonar en toda la jornada.

Esta mañana que me saludó cariñosamente Jofegaber por wassapp, le pedí que pasara mi número de teléfono a Abrego (del foro de Rodadas) que es de la zona y se ofreció para lo que me hiciera falta en el hilo que inicié a los efectos de esta ruta en el foro. Y va y el chico raudo y veloz me llama, más majo, me facilita incluso una dirección de una casa rural en Villanueva de los Infantes, que es precisamente en la que me encuentro mientras escribo esto.
Ya llego tardecito a Manzanares, deben ser pues por lo menos las 11:45, pero aprovechando que paso (como siempre) por el centro me paro en uno de los bares que tienen terrazas puesta en la calle, no recuerdo el nombre de la calle pero debe ser la principal porque es peatonal, está lleno de tiendas, hay mucha gente que va y viene que entra y que sale. El bar es de un forofo del Atlétic (de Madrid supongo) se llama MERE (el bar claro) y tomo una puntita de pan con algo dentro y una supercerveza bien fresquita y por supuesto… jeje, el cortadito con leche natural (no recuerdo ahora lo que me costó ni me importa porque francamente me supo a gloria).
A la salida de Manzanares el vientecillo sigue y decido abandonar el track definitivamente y tomar la nacional  430 hacia la Solana. No va mucha gente y sigue estando divinamente pavimentada y con arcén limpio, amplio y transitable, pero el viento… uf… y un rato monótona que es. Antes de la Solana paso por Membrilla (cuan de melón… uf se me hace la boca agua a estas horas sólo de pensar en lo ricos que son los melones manchegos). Bordeo por la Nacional el pueblo de La Solana, ya voy cansado, no me apetece subir ese tantito así ni desviarme, el cuerpo hoy no me está pidiendo turistear en absoluto. El esfuerzo por culpa del viento me está haciendo mella en las rodillas que empiezan ya a escocerme de forma preocupante.

Tomo la CR 644 que va a San Carlos de Valle. Podría tomar la CM 3127 que va directa a Villanueva, pero algo me da que debo tomar la anterior, que debe valer la pena. Y vaya que si la tomo. Una carretera casi recta en subeybajas constantes que si no fuera por el dichoso viento la hubiera disfrutado un montón. El track va casi siempre paralelo a la carretera, pero yo erre que erre ni contemplo aún la posibilidad de seguir el camino de tierra. Me paro en varias ocasiones, voy cansado… el viento, las rodillas… Antes de llegar a San Carlos del Valle (que me cuesta lo suyo), en una de las paradas como algo de fruta a la sombra de un olivo… uissss cuantos favores me han hecho ya en este viaje los olivos…

Haber tomado esta carretera y no la otra ha sido una genial decisión porque la visita a la población lo merece, menuda iglesia, menuda plaza, muy pero que muy recomendable. Hace calor, busco un bar donde tomar una Coca-Cola fresquita, pero todo cerrado de lo poco que hay, ni un alma por la calle, serían sobre las cuatro de la tarde. Sigo, pero esta vez sí que voy a seguir el track que me llevará directamente hasta Villanueva.
El camino es delicioso, disfruto en sus primeros kilómetros a pesar del viento, pero el camino es largo, veintitantos kilómetros y casi a la mitad de ellos ya estoy exhausto, las rodillas me duelen a rabiar y para colmo en el momento en que voy a buscar la botella de agua de reserva para llenar el bidón descubro que va y la botella se había apeado de la bici sin decirme nada, vaya que la perdí con el traqueteo del camino. Pues apenas tengo para un par de sorbos en el bidón. Definitivamente la cosa no va bien… consulto el gps, me quedan 13 o 14 kilómetros sin nada ni nadie, bueno sí, a lo lejos algún tractorista currando o un tráiler que me encontré a mitad de camino… para entonces aún no me había percatado de la ausencia de la botella si no les hubiera mendigado algo de beber.
Estos últimos kilómetros del día se me hacen eternos, sinceramente sufro y para evitar rascar aún más en mis complicaciones empiezo a pensar en las de los demás y digo… y esta gente cómo sabe cuál es su campo, dónde empieza y dónde acaba. Y… cuando contratan algún tractorista para hacerles alguna labor… cómo sabe el tractorista que es ese campo y no otro?

Llego en bastante mal estado a Villanueva de los Infantes y encima no he resuelto siquiera ninguno de los enigmas que le deben reconcomer (o eso me figuro) a esta gente. A la entrada hay una gasolinera y un bar (Casa Pedro) para mi hoy, San Pedro, porque me permite echarme al cuerpo de inmediato una cerveza bien fría (vista y no vista) y acompañarla con un paquete de Bocabits, jeje, es que no había otra cosa y yo lo de la cerveza a palo seco, lo llevo fatal.
Me dirijo después a la Casa Rural Hermano Galo (21 euros individual), casa que está saliendo en la parte contraria del pueblo, pero confortable y limpia. Ducha… colada… y dado que cuando llegué al pueblo ya eran las siete y pico, ahora que ya son las… casi las nueve me voy a cenar.

Desando (esta vez a pie) todo lo corrido por el pueblo en bici, voy al centro… Villanueva es una ciudad preciosa, para callejear por su calles antiguas, rectas y limpias llenas de casonas y espacios que retratar. Pero ahora lo importante, cenar. Lo haga en Bar Casa Cascorro, un lugar tirando a Bar de la España profunda pero muy bien atendido por Agustín y su mujer. Menú 10 euros… sin entrar en detalles culinarios, lo cierto es que el tal Agustín es un sujeto estupendo, hablador y enamorado de su trabajo y de la zona, me habla de rutas, de gente que va por allí, de gente de btt de un chico que tuvo un accidente y que ahora va en bici de tres ruedas y que tiene una fundación. Y además el Agustín me regala un folleto de rutas y un magnífico libro de la comarca.
Vuelvo a la Casa Rural, escribo esto, son las once treinta y cinco de la noche. Estoy reventado y como que no tengo aquí internet, dejo estas notas para publicar en el blog en lugar y momento más propicio. A ver si tengo suerte y esta noche concilio antes el sueño… aunque la pinta de la camita que me ha asignado el dueño… no se no se.

Las fotos de la jornada.

Mi ruta de Don Quijote 2ª Etapa


Villarrubia de los Ojos - Almagro

Martes, 16 de octubre de 2012. Hoy han sido bastantes menos kilómetros, poquito apenas he llegado a hacer 60 y a pesar de ello y de menos frío e incluso menos viento, debo confesar que hoy acabé más cansado, con un pequeño dolor en ambas rodillas y un poco decepcionado, no llegué a tiempo de poder ver el famosísimo Corral de Comedias de Almagro, cierran a las siete pero la tecnología me ha hecho una trastada y tendrá que esperar su visita para otro momento.
7:00 suena el despertador del móvil, a pesar de que el Hostal los Jijones de Villarrubia es nuevo, bonito y está cuidada la habitación, lo cierto es que esta noche he dormido también poco y no he podido atender al despertador en su cometido. Remoloneo en la cama hasta que a las ocho cuarenta ya salgo del hostal. Busco un lugar para desayunar, increíble, las calles llenas de padres y madres que llevan a los críos al cole y ningún bar abierto. Callejeo con la bici ya alforjada y al final encuentro el bar más cutre de toda La Mancha, nada para mojar el café con leche, me conformo, lo tomo (1 euro) y salgo a la calle a fumar la primera pipa del día. Allí un paisano alaba mi bici (tan extraña en su opinión), hablamos de la crisis… habla él y de que en casa viven él, su señora y dos hijos todos en paro… bueno él desde hace ya bastante porque me cuenta que tiene ochenta y cuatro años ya y que va a vender el tractor por lo que le den y “sanseacabó” que ya no aguanta más… no se si me habla de él o del tractor… aunque me da, que en el mismo saco andan ya ambos.
Salgo de la ciudad por la carretera que va a las Tablas, está francamente tranquila y muy bien pavimentada, pequeños sube y baja que no molestan, al contrario. Hace fresquito, pero nada que ver con el frío de ayer por la mañana. Luce un sol espléndido, me cruzo y me rebasan algunos ciclistas que ruedan como yo en solitario pero en plan rutilla, ninguno contesta al saludo, ninguno me saluda motu propio… Paso que va el apestao ese… deben pensar.
Desde que salí ayer de Alcázar de San Juan no dejo de acordarme de la gente del foro y en especial de la de la Plataforma contra las Cuestas y los Falsos Llanos, seguro que estarían disfrutando como lo estoy haciendo yo con esta ruta. En especial… me acuerdo constantemente de mi amigo Jofe… de hoy no pasa que le llame.
Sigue la carretera hasta casi tocar el Guadiana cuando esta se desvía a la derecha siguiendo ya definitivamente la dirección del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel. Ya se van viendo algunas masas de agua con población de “patos” se les oye y en especial se les ve salir pitando a mi paso. Este tramo es de unas subeybajas un poco más pronunciadas pero sin mayor importancia, en uno de esos más sube que baja veo un árbol muy grandote en todo lo alto y poco más allá una pequeña y abandonada construcción con un corral circular. En especial me dirijo al arbolote que resulta ser una encina gigantesca con todo el suelo de su sombra a rebosar de bellotas caídas. Apoyo la bici en el tronco, saco el taburete y me siento bajo esta espesa y almohadillada sombra. Es la hora de disfrutar de una pipa y también es la hora de disfrutar de la llamada a Jofe. Mejor le envío un wassapp que es más barato y molestará menos si está en el curro.
Le digo que me acuerdo de todos, le envío foto de la encina, apenas son unas pocas frases, pero al cabo de ellas me siento mucho mejor, muchos más.. infinitamente más acompañado.

Sigo la marcha, ya estoy a las puertas de las tablas de Daimiel. En el molino están de obras, tampoco me podría acercar mucho porque hay verja metálica que se abre según qué horas y previo pago de peaje turístico. Sigo hacia el parque, paso por delante de El mesón de la Duquesa. Un oasis en pleno desierto pienso. Sin dudarlo entro al parking, dejo la bici allí plantada frente a la entrada y pido una puntita de pan con jamón y queso y unan cerveza y un cortado… Siete con ochenta… me parece que me acaban de asaltar, pero es igual, el espacio y el momento lo vale y no le doy más vueltas.

Me acerco hasta el Centro de Visitantes del parque, que aparenta estar desierto de ellos, apenas un par de coches y me da que deben ser de los que curran en el parque. Cotilleo, miro los paneles, la figuración escénica bastante burda que hay de lo que es el parque y ya no hago más. No quiero dejar la bici sola y andar por los senderos. Si eso, lo dejo para un futuro, ahí en el cajón grandote de las cosas por hacer.
El track que sigo me dice que habría que pasar por Ciudad Real, estudio la cosa, panzada de kilómetros por camino. Sopeso mis ganas que no sé porqué empiezan a menguar ya y decido que Ciudad Real también debe ir al cajón grandote y tomo rumbo a Daimiel. La carretera sigue siendo de buen asfalto, de sube y bajas suaves y de apenas nada, pero que nada de tráfico. Sigo viendo postes de la ruta del Quijote.

Daimiel es una ciudad grande, tirando a muy grande con un centro urbano con mucho movimiento. Me sorprende la plaza del Ayuntamiento rectangular y con soportales en los laterales más largos con columnas de forja (supongo). Me siento en la terraza de un bar, estoy unos minutos y apenas nadie del local se anima a venir a ver si quiero tomar algo además del solecito que hace y que eso ya nos viene dado desde las alturas y que por tanto ya está pagado. Nada, que no viene, no espero más y siguiendo las sabias indicaciones para estos menesteres de mi amigo Ronso, me levanto y me voy a la terraza de enfrente. Me atienden enseguida, cortadito con leche natural que disfruto viendo pasar a la gente. Noto que hay una gran población de gente del este de Europa, un olivo espectacular y un perrito echándose una siesta en el césped que rodea el olivo.
Tras callejear (ciclocallejear sería), por la ciudad salgo en dirección Almagro por la CM 4107, es una buena carretera para ir en coche, larga bastante bien pavimentada pero con un arcén de apenas 60 cms. Pero no me siento con ganas de buscar alternativa de camino (que la hay porque la estoy continuamente mirando por el rabillo del ojo en la pantalla del gps). Sigo, se me hace monótona la rodada (es lo que tienen estas carreteras). El viento sopla de frente con ganas y me cuesta lo suyo llegar a Almagro, cosa que hago pasadas las cuatro de la tarde.
Coca-cola en una terraza de la plaza Mayor, hace un sol de pleno verano, se está en la gloria y parece que se me vaya olvidando el cansancio (si es que lo tenía). Me voy al hotel, esta noche superhotelazo porque yo lo valgo. El Retiro del Maestre, ale ahí es na!

Me ducho, y salgo a callejear (esta vez sí a pie), apenas he doblado la esquina, intento hacer una foto y zásca! Se agotó la batería de la cámara. Vuelto al hotel a cargarla un poco, que tengo un encarecido encargo de hacer fotos del Corral de Comedias.
Salgo ya con la batería, y me quedo con un palmo de narices… La casa cierra 15 minutos antes de las siete y son eso, quince minutos antes de las siete. Fiasco monumental, casi tanto como la propia Plaza Mayor, toda de soportales verdecitos y de ventanales todos tan igualitos. Me entra malhumor la cosa de no poder acceder al Corral, pero claro no tiene remedio ya. Y mañana que abren a a las diez… no creo que esté aquí, aunque mañana tampoco tengo otra cosa mejor que hacer aparte de pedalear.

Ceno cualquier cosa en un bareto de la plaza, muy oscura toda ella por cierto. Una charanga ameniza la cena, no se cual es el motivo de su festejo, tampoco pregunto, les dejo que sigan, me gusta.
Nada, pues un día sin nada grandote que destacar, tan sólo que estoy bien ya, que me gusta rodar con la bici, y en especial por llanos… y hasta el momento atracón de ellos.  

Mi ruta de Don Quijote 1ª Etapa


Alcázar de San Juan - Villarrubia de los Ojos... unos 90 kilómetros.

Sin duda, el Hostal Har Numancia de Alcázar de San Juan, definitivamente no es un local a recomendar para pernoctar, al menos la habitación número 5, muy pequeña, minicama con un colchón que necesita un cambio pero ya mismo y no sólo por los muchos ruiditos que emite al menor movimiento.

Puse el despertador a las siete de la mañana. Cosa extraña, hoy le hago caso al segundo intento de despertarme, de manera que a las 7:35 ya estoy desayunando un café con leche y cuatro churros gigantescos (Café con leche y cuatro churros gigantescos (2 euros en total) que tomo en una bonita y nueva churrería (Azúcar y Canela creo recordar que se llama) y que está casi al lado mismo de la estación del tren.
Vuelvo al hostal, recojo las cosas y salgo. Es todavía temprano y no encuentro ningún sitio para comprar algo de comida para el día; hago una foto al monumento a Don Quijote y Sancho panza, dos esculturas de bronce que ayer no pude fotografiar porque un grupito de niñas estaba muy divertido en subir y bajar de los animalillos de metal de manera que impedían hacer foto alguna además de manifestar bastante poco respeto por la cosa.

El camino es de tierra de muy cómodo rodar. Anoche cuando oía llover con cierta intensidad pensaba en cómo se embarrarían los caminos, pero no, apenas tierra húmeda y poco más. Se rueda cómodo a pesar de que el viento (cómo no en tierras de molinos de viento) ya empieza a hacer acto de presencia y es realmente fresco. Vaya, sin paños calientes, paso un frío del copón que ya más o menos no me dejará en toda la jornada a pesar de que en los últimos kilómetros la cosa mejorará.

El camino transcurre siempre entre campos de labor y algunas zonas de espacios plantados con unos arbolitos bajitos que de momento no he identificado (poca cultura forestal que tiene uno). Los conejos, que debe haber muchos, cruzan el camino disparados. Paso cerca de la Laguna de Cerro Mesado, seca, como la mayoría. Cruzo el río  Cigüela, de cauce que aparenta estar seco.  Aquí y allá salpican el paisaje viejos edificios en ruinas, algunos aparentan pequeños corrales, alguno tiene pinta de explotación agropecuaria de mayor envergadura que me recuerdan a nuestras antiguas masías.

Sigo un trecho largo por la ruta de las tablillas, que la mayoría están secas, apenas un hilillo de agua del que salen corriendo algunos patos asustados de mi presencia. A lo lejos veo ya los primeros  molinos de viento de la ruta, presumo que están parados a pesar del viento. Sigo el camino que se encuentra ahora jalonado de postes de madera con señales de la ruta de Don Quijote en color verde.

Apenas a unos metros de Herencia paso por delante de la ermita de Cristóbal, encalada primorosamente de blanco y ya en gran bajada entro en el pueblo. Me sorprende, es bonito, limpio y en las calles hay mucho ambiente, especialmente de bicicletas, veo a muchas mujeres circulando con bicis de las de chica de toda la vida, esta misma imagen la veré también después en otros pueblos. Bonita iglesia y aún me sorprende más el Ayuntamiento tan nuevo pero tan bien integrado en el paisaje urbano. Tiene en el zaguán de entrada una gran cristalera tras la que hay unos gigantes, algo que me recuerda a mi tierra y la fiesta del Corpus.

Aquí mismo compro un poco de bollería (de la industrial) pan, salchichón, chorizo y fruta para pasar el día. Y almuerzo en un sitio bastante nuevo pero mal atendido y caro, muy caro, vaya un timo, ni lo nombro porque de ese nombre tampoco yo quiero acordarme.

En el borde entre las provincias de Toledo y Ciudad Real me cruzo con el Camino de Santiago; siguen los postes de la Ruta de Don Quijote, en este caso por La Cañada Real Soriana y el camino de la Laguna de Peñahueca, que a mi parecer está igualmente seca. Bordeo la Laguna de La Sal (eso, seca seca) hasta llegar a Las Lagunas Grande y Chica de Villafranca de los Caballeros. Esta vez sí que tienen agua y aves. Están muy turistizadas, con casas en sus orillas, espacio para actividad física al aire libre y juegos infantiles.

Por unos poquitos kilómetros de carretera (recta y solitaria) llego a Villafranca de los Caballeros. La carretera cruza el pueblo y en la fachada del ayuntamiento, no podía ser de otra manera, un monumento en bronce a Don Miguel de Cervantes Saavedra y frente a la iglesia un bonito monumento igualmente en bronce dedicado “A los Villafranqueros que con su caminar han contribuido a forjar el presente y futuro de su pueblo, la figura es si más no, por lo menos realista, un sujeto que aparenta simpaticón con una punta en los labios y un burrito alforjado.

A la salida del pueblo y por casualidad descubro gracias a un cartel que estoy en “Tierras de Dulcinea”.

Ya va picando el hambre y me paro al borde de la carretera, busco el refugio de un olivo en un olivar primorosamente labrado y como de lo que compré esta mañana y sigo camino por la misma carretera hasta Camuñas, en donde como tampoco podía ser de otra manera en estas circunstancias horarias busco un lugar para tomar cortadito con leche natural, lo hago en el Bar San Remo, me lo sirven en una taza y plato serigrafiadas con el escudo municipal y el nombre del local, me resulta curioso. En el pueblo, en la plaza que lleva a la iglesia hay una curiosa torre de poca altura, encalada y ribeteada en azul en cuya cima hay una estructura de hierro que sujeta la campana del reloj porque la torre recibe el nombre de “Reloj Municipal” según informan unos azulejos. Corona la diminuta torre una veleta.

Salgo del pueblo y sigo por camino de tierra que me recuerda mucho a una vía verde. Ruedo por ella muy rápido aunque en contra tengo el polvo que levantan unos caminos enormes que va igualmente veloces y que no se que llevarán dentro de esas gigantescas bañeras.

Cerca ya de Puerto Lápice vuelvo a ver molinos de viento en la cima de una colina y recto a la plaza del Ayuntamiento, que me recuerda a Almagro. Vigas de madera roja y teja, un pequeño corral de comedias sin ser corral, porque en realidad es una plaza porticada exenta, sin casas adosadas.  Tomo una Coca-Cola en el mesón que da vidilla a la plaza, justo en el otro extremo una noria, un monumento a las norias, de las que ya he visto unas cuantas en estado muy ruinoso y que lamento no haberle hecho fotos a ninguna de ellas. Después me paso por la Venta del Quijote, muy turistizado, totalmente turistizado (no lo critico, a fin de cuentas es turismo y es patrimonio), hay bastante gente transitando por ella, algunos tienen pinta de europeos de mas allá de los pirineos y también orientales. Justo detrás de la venta hay un patio vallado para aparcamiento de autobuses.

A partir de aquí, unos cuantos kilómetros de carretera recta y monótona pasando por Las Labores llego a Villarrubia de los Ojos donde me alojo  en el Hostal Los Jijones (28 euros la habitación) y menuda habitación. Este sitio sí que es altamente recomendable. Antes de cenar (Restaurante Aldaba en Glorieta El Pato, muy bueno), callejeo por la ciudad. Urbanísticamente no me dice nada, pero es un pueblo grande y que aparenta bastante vidilla.

En total han sido 90 kilómetros que he podido hacer con relativa facilidad, a pesar del viento y del frio, he pasado frío.  

Mi ruta de Don Quijote - Etapa previa


Domingo 14 de octubre de 2012, 13:15 Definitivamente abren el acceso al tren (Alaris Valencia-Alcázar de San Juan). Ya llevaba yo algunos minutos con los bártulos preparados, la bici plegada y en su funda y las cuatro alforjas junto a ella. Dado que hay gente que lleva maletas que abultan mucho más que mis bártulos creo que va a ser verdad eso de que no hay ningún problema en acceder al tren con la bici. Abren, cargo todos los trastos parezco un sherpa, paso el control y el chico me entrega un botecito de plástico que contienen unos auriculares que de peor calidad ya no pueden ser.

Mi coche está al final del andén, me cuesta llegar tan cargado pero lo consigo y acomodo la bici y las alforjas en el espacio reservado para maletas a la entrada del tren y busco mi asiento. Una pena lo mal que están ya estos trenes que a no hacer tanto tiempo fueron el “no va más” de Renfe, pero tengo suerte, el tren va prácticamente vacío y la chica que está sentada a mi lado decide cambiarse a un sitio más amplio, cosa que sin decirle nada le agradezco profundamente porque la chica resultaba un pelín abusona en lo que toca a usurpar espacio de asiento ajeno.

El viaje resultará bastante rápido y cómodo, apenas dos horas y media pero ya, cerca de Alcázar de San Juan aún luce un esplendido sol pero ya veo que los árboles tienen un notorio vaivén que me preocupa. Hace presencia nuestro compañero jamás invitado, el viento que será ya definitivamente manifiesto a la salida de la estación.

La fachada de la estación es chula, hay bastante complejo ferroviario alrededor, sin duda otros tiempos de más gloria vivieron estas instalaciones. A la puerta hay un monumento al ferroviario, le hago foto cuando vuelvo a pasar por allí a la noche después de cenar.

Con la bici ya montada, emprendo rodada suave en bajada hacia la plaza de España, donde tomaré el que será el primer cortadito con leche natural de la ruta. Definitivamente hace viento y fresquito y el sol se va escondiendo con resignación tras una maraña de nubes blancas que acabarán cubriendo todo el cielo. El camarero del local me facilita un plano callejero de  la ciudad, localizo el Hostal Har Numancia en el que pienso alojarme. 28 euros la habitación, sencillo, limpio y muy, pero que muy tranquilo, estoy totalmente solo en el hostal, no está ni el encargado.

A eso de las siete y pico de la tarde salgo a callejear la ciudad, pero reconozco que no apetece en absoluto, hace un tiempo desapacible, vientecillo, algo de frio y además llovizna. Empiezo a pensar en el barrillo de los caminos y no me complace en absoluto aunque pienso que siempre tendré la alternativa de chalequito fosfi y carretera. Callejeo, la ciudad es amplia con calles muy tranquilas y limpias. Me llama la atención la poca cantidad de edificio altos que hay y el trazado enrevesado que tiene.  Naturalmente las referencias cervantinas y particularmente quijotescas son inevitables en el nombre de establecimientos, en la toponimia y naturalmente en monumentos.

Me llama la atención que bastantes calles tengan una explicación del nombre rotulada en muralitos de azulejos.

Me paso por la Parroquia de Santa Quitaría (santa de feliz recuerdo), en ella se encuentra la Virgen del Rosario, patrona de esta ciudad y que casualmente es la santa del día en el que nació mi padre. Inevitablemente, tengo un especial recuerdo para él, estoy un rato con él, pienso en él, rezo con él, hoy hace dos meses justos que ya no está con nosotros.

Callejeo un poco más y busco un sitio para cenar. El local y el menú no merecen especial atención, pero por precio y por hambre (9,50 euros) no me vino nada mal. Raudo al hostal, ya no tengo más ganas de callejear. El hostal, ahora sí, compruebo que está totalmente desierto. Veo las noticias, especial énfasis al austríaco que ha superado la barrera del sonido en caída libre. ¡Qué bruto! Estaba convencido de que el tipo se mataría, pero no… el tío ha hecho un aterrizaje que parece de película de James Bond, sin duda, tanta eficacia, tanta seguridad, tanta tranquilidad me mosquea, escéptico que es uno.

Tomo estas notas que quizá publique o no, paso las pocas fotos que he tomado al ordenador a ver si consigo en esta ruta no montar los líos de fotos y notas que amontono siempre.

Rodando por Francia 12ª Etapa

27 de julio de 2011
Capestang -  Agde  55,05 km.

17:53 En el tren desde Agde a  Portbou con transbordo en Perpiñán. Después allí ya veremos, digo yo que algún tren habrá a Barcelona.

Ayer tarde y por la noche cuando cenaba en la placita de Capestang, todo hacía pensar que hoy sería un  radiante día de sol. Y no, nada más parecido a la realidad. Ya por la noche volvió a llover intensamente. Hasta las ocho y media no he podido levantar el campamento, desayuné en la  misma placita y el miso café en el que cené anoche. Café con leche dos bollos rellenos con algo de chocolate. Algunos rayitos de sol que se escapan de entre las nubes me alegran un poquito la mañana.

Como me ha llamado mucho la pasión que sienten los franceses por las flores y las plantas en general, antes de salir de Capestang le he hecho una foto  a una floristería, que viene siendo algo así como el comercio que no puede faltar en ninguna villa francesa que se precie.

En Beziers, un festival de barcos y de gente, vaya, casi todos los que estos días pasados  no he visto, están todos aquí.

Como decía, el día volvió a estar rematadamente pasado por agua, menos mal que desde El Port de Beziers hasta la cercanía de Agde, o bueno quizá no tan cerca, la pista está excelentemente asfaltada, pero después, hasta casi el inicio de la ciudad, la pista estaba embarrada, enarenada y vaya intransitable y seguía lloviendo. No me explico como los de la empresa  Le Boat (a la que pertenecen la mayoría de barcos de alquiler que navegan por el Canal, tenga su base principal en un sitio tan feo como este.

Llego al final del viaje, las grandes piedras del malecón del puerto resbalan mogollón, arrecia el viento y la lluvia, foto rápida, unos segundos de video y marcha atrás a comer una fuente de sepia a la plancha, ensalada y una cerveza de palmo. El chiringuito está encima  mismo del agua junto a la pared del puerto.

Llueve de forma exagerada, desisto de buscar camping  ni alojamiento alguno, estoy harto de lluvia y me voy raudo a la Gare d'Agde, lo que sea le digo a la señorita que venda billetes y que no entiende ni papa de español me muestra la pantalla, ese, le digo y ahora estoy escribiendo estas notas en el tren ese que me llevará a Perpiñán, donde tengo que cambiar de tren y buscar uno que me llevará a Portbou. Por cierto, veo el mar por la ventanilla izquierda del tren  por la de la derecha entra un sol de que te cagas. ¡Qué paradojas!

En Perpiñán  cambio de tren en unos minutos a PortBou, la policía  nacional pide el DNI o pasaporte en la misma puerta de la estación. Siete minutos después sale el Media Distancia de Renfe que me llevará en un par de horas hasta Barcelona y a la una de la madrugada sale el bus para Valencia desde la estación Barcelona-Nord.

Llego sobre las cinco quince a la estación de Valencia, monto la bicicleta, no tengo prisa ya por llegar a casa para no molestar el sueño de la familia con mi llegada. Ruedo con tranquilidad paralelo al viejo cauce del Turia, convertido actualmente en frondoso espacio de deporte y paseo.

El tiempo ya es muy diferente, temperatura y humedad que me son ya muy familiares. Es de noche todavía. Cruzo Mislata y Quart de Poblet exactamente igual de desiertas aunque el día ya va clareando. Sé que  nada más entrar en  Manises, hay un bar que abre muy temprano, decido hacer allí algo más de tiempo y tomarme el primer cortado con leche natural, aunque me consta que en este bar, los cortados no son una exquisitez.

Me siento en la terraza para tomarme el cortado y fumar la última pipa del viaje, con la paz y la serenidad  necesarias; pero no es posible a pesar de que en el cielo no hay nubes y parece que el sol va a ser espléndido. Un pesado que no me conoce de nada se empeña en darme la tabarra con tonterías y cosas de las que apenas le entiendo nada y eso que aparentemente habla español, lo único que me quedó claro es que el tipo se llamaba Quintanilla y que hizo la mili con muchos de Manises.

Suenan las siete de la mañana en  el campanario de San  Juan  Bautista mientras meto la llave en la cerradura, oigo el despertador de mi mujer, genial justo a tiempo,

El resto, dormir bastantes horas y la ingrata labor de deshacer alforjas, lavar y orear la tienda de campaña y de la bici… ¡ay la pobre Nana!, qué sucia está y especialmente falta de reglaje y engrase. En la soledad de la madrugada valenciana, chirriaba como quejándose, no sé si de ganas de ir a la penúltima habitación del pasillo a mano izquierda a contarle  nuestras cosas a la Chica o justo lo contrario, volver atrás y seguir viaje... Yo... Yo, al menos hoy quiero llegar, mañana ya veremos, porque este sueño… este sueño ya se ha cumplido.
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