A la dula

9 Julio 2009

Me explica mi APdL que su madre (de Domeño y alrededores - Valencia) cuando los crios iban en verano o en ratos de ocio por ahí, sin parar por casa, estaban o iban a la dula. ¡A la dula! Me asombro, ¿qué quiere decir eso? -le pregunto. Sencillamente “ir por ahí, sin parar por casa, correteando, jugando, investigando, excursioneando… lo dice mi madre”
Aunque me fío absolutamente del buen criterio y conocimientos de mi APdL, lo busco en el diccionario de la RAE, francamente, sí que tiene sentido lo que dice su madre (aunque ahora no entremos en los significados oficiales de la palabra). Sin duda, una aportación más de la sabiduría popular.
A la dula. Pero eso eran otros tiempos. Tiempos de calles sin coches, tiempos de pueblos casi sin calles. Tiempos de ayudar por casa, especialmente las niñas en las tareas domésticas y los niños ayudando al padre o al abuelo en el campo, con el ganado, en la era o porqué no, también en el comercio el que lo tuviera.
Tiempos de juegos compartidos, ahora modernamente llamados populares. Tiempos de correrías, de idas y venidas al río donde lo hubiera, la balsa de riego, la era, la plaza, el pajar y algunos privilegiados (como mi caso) a las arenas playeras.
Y todo esto… ¿porqué?
Porque mi amigo Paco, un prejubilado de oficina bancaria que viene todos los días laborales a echarme una mano en el trabajo en plan voluntario total, estos días se trae a alguno de sus dos nietos. No es que los esté preparando para el futuro laboral, ¡que va! es que está de canguro. Otro modernismo feo como él solo para significar a quien cuida de alguien (especialmente niños). Pues eso, que está de canguro, cuida de sus dos nietos. Los padres trabajan, el abuelo está jubilado y resultado que los nietos traen a malvivir a los abuelos, los abuelos desean con justa necesidad que se inicie de nuevo el curso y entre unos y otros, tedio para unos, desesperación para otros.
Pero, sea como fuere, desde luego los nietos a la dula no, que los tiempos actuales no están para esas aventuras, plenas hoy de riesgos modernos que antes ni se concebían. Otros tiempos, otros calendario, otras actividades para un mismo sistema educativo. Cada vez hay menos personas que se dedican al cuidado familiar de forma plena, mujer y hombre, compañeros, esposos… léase como se quiera, el caso es que ambos tienen dedicación laboral absolutamente incompatible con el horario vacacional o postescolar.
Algunos ayuntamientos se vienen inventando desde hace un par de décadas las escuela de verano, que no son otra cosa que prolongación del curso escolar un mes más, pero con horario reducido… sin clases, sin exámenes. Pero no todos van ni todos pueden ir. Imposible. Y los que no van, pues a casa con los abuelos. Aburrimiento por doquier, abatimiento absoluto de los abuelos al finalizar el día. Felices por ver tan saludables y con tanta vitalidad a los nietos. Pero cansados, agotados y aún peor, pensando en que hoy ya ha pasado, veremos mañana.
Lo cierto es que los escolares de permiso estival, de permiso navideño, de permiso fallero o vaya usted a saber qué se inventan en su Comunidad Autónoma, pierden el rumbo y lo que es peor hacen perder la paciencia a los que no pueden evitar tener la obligación de entretenerles. ¡Sí! Entretenerles. Por duro que suene, es que esa es la realidad.
¿Que quién tendrá la culpa? Pues las personas que montan y desmontan los planes educativos y las personas que les interesa que los planes educativos por renovados o novedosos que sean, nunca afronten la realidad de calendarios y horarios escolares… no vaya a ser que les fastidien tamaña situación laboral privilegiada. Vaya que uno habla en general de los ministros de educación y docentes respectivamente.
Uno no quiere ni por asomo fastidiar ¡faltaría mas! y menos aún ahora que ya tiene uno, criados a sus hijos y a quien aún le faltan por lo menos unos tres o cuatro añitos para criar a los nietos. Aún tengo tiempo de no odiar más los horarios escolares y los periodos vacacionales. Pero todo llegará, sin duda, a no ser que ministros y docentes lo remedien. Entre tanto los crios se aburren, los abuelos se desesperan…
¡Qué tiempos aquellos de la dula! Los abuelos tambien tendrán derecho a la dula, ¡digo yo!

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